Amigos. Les aviso que cambio el nombre de mi blog y por tanto de dirección electrónica: http://realidoflexia.blogspot.com
Hacía tiempo que quería cambiarlo, pero no sabía por cuál.
Después recordé que aún antes ya tenía en la cabeza el neologismo "Realidoflexia". Hace alución, claramente, a la papiroflexia, sólo que para esta nueva práctica, la realidoflexia, se necesita de realidad, en sustitución de papeles. Al doblarla, torcerla, flexionarla, se logra otra cosa que no es la realidad y que depende de su propio significado (autoreferente), a pesar que de ella se valga.
Como el pájaro de papel no vuela y su piel está cuadriculada o rallada o en blanco, igual vuela cuando caemos en la convención de que es un pájaro y tiene alas.
Creo que con la literatura pasa lo mismo, y esto no es nada nuevo.
Por eso, amigos, antes de empezar el año, cambio el nombre de mi blog, esperando seguir con su comunicación y ampliándola con más blogueros, compartiendo.
Saludos a todos
Realidoflexia: Acción de modificar la realidad a través de dobleces, flexiones y torciones para conseguir lo irreal.
28 dic 2009
22 dic 2009
Tz Tz TZZZ
(Foto de estencil de Mr. Fly)
Alada llegó
con sus ojos reticulares miraba mis movimientos
multiplicados
Frotábase las manos
Su vientre crema respiraba con serenidad
Algunas mujeres se enfundan las piernas
para que tengan el color de esas alas
transparencia de velo
seducción insectívora
y luego, suben la falda y abren las piernas grisáseas como para emprender el vuelo
Están en todos lados, dice Mr. Fly;
en todos lados hay mierda, digo;
Vuelan al rededor del mundo como si fuese un gran trozo de caca
Son las embajadoras de la muerte
profanan el camposanto, horadan los cuerpos y la tierra
y nos esparcen los restos de piel en descomposición
Luto perpetuo, su vestimenta
axageradas tornasolares
Pináculos de la inmundicia más mundana
la excrecencia vuela libre
se te mete a la nariz
regurgita en tu comida
zumba galana
obsesionado recuerdo de que nos pudrimos
queriendo salir por la ventana
Alada llegó
con sus ojos reticulares miraba mis movimientos
multiplicados
Frotábase las manos
Su vientre crema respiraba con serenidad
Algunas mujeres se enfundan las piernas
para que tengan el color de esas alas
transparencia de velo
seducción insectívora
y luego, suben la falda y abren las piernas grisáseas como para emprender el vuelo
Están en todos lados, dice Mr. Fly;
en todos lados hay mierda, digo;
Vuelan al rededor del mundo como si fuese un gran trozo de caca
Son las embajadoras de la muerte
profanan el camposanto, horadan los cuerpos y la tierra
y nos esparcen los restos de piel en descomposición
Luto perpetuo, su vestimenta
axageradas tornasolares
Pináculos de la inmundicia más mundana
la excrecencia vuela libre
se te mete a la nariz
regurgita en tu comida
zumba galana
obsesionado recuerdo de que nos pudrimos
queriendo salir por la ventana
19 dic 2009
Gripe
Se escucha como los volcanes mientras cocinan su lava: un borboteo lento y denso. Mi nariz actúa como esos colosales dadores de vida: algunas veces explota y todo se salpica; otras, de mis fosas emerge el líquido, igual que en esas erupciones lentas, resbala. Entonces, la desesperación de un cosquilleo me obliga a sonarme. Es cuando empiezan los problemas. “Deberías de hacerte un ponche y tomártelo bien caliente”. “No hay nada como un tequila, ponerte todas las chamarras que puedas y meterte a la cama a sudar como marrano” (aunque que los marranos no suden). “Tómate las cápsulas de… o las de…”. Esos consejos son tan castrantes como el catarro mismo. A veces, creo que son aún más hostigantes que el goteo. Ya sé que muchos creen que eso lo acostumbra la gente porque se preocupa por los demás. Y no dudo que con algunos así sea. Pero la mayoría lo hace como decir buenos días, y cómo estás, bien gracias, y tú, igual. El principio del trance es doloroso, como casi cualquier transe. Insoportable. Dolor de cabeza, mal humor, cuerpo cortado, tasajeado, un hilo filoso une la nariz con la garganta y cada que la saliva quiere pasar tiene que rozar con esa cuerdita de ácido y metal. Se sobrelleva con algunos cuidados, la tele prendida mientras agonizamos en cama. Las imágenes de la pantalla y del sueño se combinan: El nuevo presidente del BM baila Caballo Dorado, cae y oblonga el suelo, los músicos giran a su alrededor, una soberbia idea de Einstein, el violín se precipita en una escala temerosa mientras es tragado por el peso del culo gordo. Escurro, como un chorro denso. Por unos días, ando como una sustancia viscosa, involuciono hasta almeja, o aun atrás: a protozoario. Mis brazos son apéndices guangos, mi cerebro ha sido licuefaccionado. Al final de la gripa, el cual ansío, un sabor exquisito me llena el paladar, la garganta, cada poro de la nariz. Anuncia el término de un proceso de reincorporación, a la humanidad, a la invulnerabilidad. La gripe o gripa es, además del recordatorio de que somos vulnerables, es la poderosa demostración de que lo invisible nos puede destrozar. A través de ciertos instrumentos, los científicos con sus batas, dicen ver eso que nos ataca. Ponen los ojos en algo así como una bola de cristal que hace visibles los organismos que nos acosan (biológicos o espirituosos), que nos roban la energía vital para continuar entrando en otra gente, trastornarla y luego salir de ella dejando un olor a otra alma.
3 dic 2009
Papeles
Guardó los documentos en el portafolios de plástico y tela sintética. Salió intentando no llamar la atención. El paso era rápido pero sin llegar a ser nervioso. Se despidió de uno que otro colega que encontró en el camino.
Bajo la playera de algodón, de tirantes, se generaba el sudor, que era retenido antes de aparecer en la camisa.
La luz blanca de neón en los pasillos proyectaba la sombra profunda de su frente sobre los ojos pequeños.
Llevaba la lengua pegada al paladar. Tragó saliva mientras bajaba las escaleras.
Vio por un ventanal sucio a la gran avenida: los autos estaban detenidos. Vio al sol arden sobre los toldos y formar ondas de calor convectivas. Adentro, el aire acondicionado refrescaba.
Sus sentidos se confundieron mientras terminaba de bajar ese piso: el ardor en los ojos, el aire en la frente, la taquicardia en el pecho.
Entonces vino la náusea. Cada vez más potente. Tuvo que entrar al baño. Se remojó el cuello. En el mingitorio orinó un líquido apresurado y casi ámbar. Una gota gruesa resbaló por la capa de cera del zapato y se absorbió en la suela.
Cuando salió del baño, una chica que se peinaba de cola el cabello. Delgado, seco, aromático, el cuello le atrajo. Se detuvo tras ella. Al voltear, lo saludó. Era una de las secretarias de los jefes.
Preguntó por qué salía tan temprano. Él tuvo que inventar un problema con la plomería, que un vecino le había llamado para avisarle de la inundación en su departamento. Se despidieron con un beso en la mejilla. La humedad de su mejilla embadurno la piel tersa de ella.
La saliva se le agolpó en la garganta, supo que ella sintió repulsión y temió que sospechara algo por la hora y el sudor.
Largos pasillos hace eco de sus pasos. Puertas a la derecha, a la izquierda. Loseta reluciente. Una de las perillas gira. Titubea en el paso. Un hombre de traje, enorme como ahuehuete da un paso afuera de su encierro, lo mira. Da otro paso, se interpone. Planta su cuerpo de gruesa corteza de frente.
Parece que no habrá más solución que eliminarlo.
El antebrazo lo tensa y se lo lanza contra la garganta. El golpe es contundente. El tronco cae colapsado.
No mira atrás. Lo deja estirando los pies y emitiendo guturales ruidos entrecortados.
Por fin, la puerta de salida alumbra al otro lado del pasillo.
Aprieta el paso. Trota. Corre. Despavorido avanza en un spring de largas zancadas. Las suelas de cuero resbalan. Cae y da vuelta en la loseta pulida. A lo lejos mira al hombre que dejó en el suelo.
Lame el piso y siente su lengua más sucia que el piso.
Se da asco.
Se reincorpora.
Pasa frente a la recepción. La señorita le sonríe, con esa sonrisa robótica.
Mueve la cabeza arriba y abajo.
Abre la puerta.
El sol lo cubre como una mano.
Tras el cristal de la puerta, desaparece convectivamente.
Saca los papeles y los rompe. Guarda los cachos en el portafolios.
Sube a un puente. Vacía el portafolios. Los esparce sobre los autos zumbantes y quietos como chicharra.
Llueven papeles blancos, brillantes.
Llueven cuadros
Bajo la playera de algodón, de tirantes, se generaba el sudor, que era retenido antes de aparecer en la camisa.
La luz blanca de neón en los pasillos proyectaba la sombra profunda de su frente sobre los ojos pequeños.
Llevaba la lengua pegada al paladar. Tragó saliva mientras bajaba las escaleras.
Vio por un ventanal sucio a la gran avenida: los autos estaban detenidos. Vio al sol arden sobre los toldos y formar ondas de calor convectivas. Adentro, el aire acondicionado refrescaba.
Sus sentidos se confundieron mientras terminaba de bajar ese piso: el ardor en los ojos, el aire en la frente, la taquicardia en el pecho.
Entonces vino la náusea. Cada vez más potente. Tuvo que entrar al baño. Se remojó el cuello. En el mingitorio orinó un líquido apresurado y casi ámbar. Una gota gruesa resbaló por la capa de cera del zapato y se absorbió en la suela.
Cuando salió del baño, una chica que se peinaba de cola el cabello. Delgado, seco, aromático, el cuello le atrajo. Se detuvo tras ella. Al voltear, lo saludó. Era una de las secretarias de los jefes.
Preguntó por qué salía tan temprano. Él tuvo que inventar un problema con la plomería, que un vecino le había llamado para avisarle de la inundación en su departamento. Se despidieron con un beso en la mejilla. La humedad de su mejilla embadurno la piel tersa de ella.
La saliva se le agolpó en la garganta, supo que ella sintió repulsión y temió que sospechara algo por la hora y el sudor.
Largos pasillos hace eco de sus pasos. Puertas a la derecha, a la izquierda. Loseta reluciente. Una de las perillas gira. Titubea en el paso. Un hombre de traje, enorme como ahuehuete da un paso afuera de su encierro, lo mira. Da otro paso, se interpone. Planta su cuerpo de gruesa corteza de frente.
Parece que no habrá más solución que eliminarlo.
El antebrazo lo tensa y se lo lanza contra la garganta. El golpe es contundente. El tronco cae colapsado.
No mira atrás. Lo deja estirando los pies y emitiendo guturales ruidos entrecortados.
Por fin, la puerta de salida alumbra al otro lado del pasillo.
Aprieta el paso. Trota. Corre. Despavorido avanza en un spring de largas zancadas. Las suelas de cuero resbalan. Cae y da vuelta en la loseta pulida. A lo lejos mira al hombre que dejó en el suelo.
Lame el piso y siente su lengua más sucia que el piso.
Se da asco.
Se reincorpora.
Pasa frente a la recepción. La señorita le sonríe, con esa sonrisa robótica.
Mueve la cabeza arriba y abajo.
Abre la puerta.
El sol lo cubre como una mano.
Tras el cristal de la puerta, desaparece convectivamente.
Saca los papeles y los rompe. Guarda los cachos en el portafolios.
Sube a un puente. Vacía el portafolios. Los esparce sobre los autos zumbantes y quietos como chicharra.
Llueven papeles blancos, brillantes.
Llueven cuadros
26 nov 2009
En los momentos de tedio gris
dentro de una oficina pestilente, decimonónica
cuatro paredes gruesas cual castillo medieval
atan cada movimiento
qué respiro, qué pienso
Kiss suena en las bocinas de una computadora contigua,
La gente pasa rauda como espora
brinca y se diluye como esperma
Afuera, el viento con el filo de una hoja seca
corta cara y lágrimas
Dos bailarines se acechan
se miran y corren como flamingos
Déjame tocar la hendidura y sentir
el sol que pasa por ella
estoy frío
más frío que aquel frío de afuera
dentro de una oficina pestilente, decimonónica
cuatro paredes gruesas cual castillo medieval
atan cada movimiento
qué respiro, qué pienso
Kiss suena en las bocinas de una computadora contigua,
La gente pasa rauda como espora
brinca y se diluye como esperma
Afuera, el viento con el filo de una hoja seca
corta cara y lágrimas
Dos bailarines se acechan
se miran y corren como flamingos
Déjame tocar la hendidura y sentir
el sol que pasa por ella
estoy frío
más frío que aquel frío de afuera
24 nov 2009
Cuartos nocturnos
La noche chiporrotea al otro lado de la ventana que parece dar a la calle pero no, todos dicen que va a ninguna parte. Una ventana que, de ser cierto lo que aseguran sin darle importancia, da a la nada. Allí mismo van las elocuencias:
--Aunque no estoy de acuerdo del todo, creo que hay cierta verdad en que la literatura está acorralada por el lenguaje.
--Cantinflas como otros revolucionarios de la lengua abren brechas nuevas para la innovación.
--La innovación es un empecinamiento pretencioso.
La nada se extiende a mi espalda y ansío abrir los cristales para echar un vistazo a ese paisaje.
Alguien aúlla al otro lado de la nada que hay tras la ventana. El aullido sube por los pasillos del edificio y llega hasta la estancia del departamento donde los pasos son amortiguados por una alfombra densa.
Es el mejor pretexto para hacerme el distraído, abrir la cortina gruesa, zafarme de la plática y asomarme a la nada para ver quién aúlla.
Pero la boca de una botella de vino me besa apasionadamente, otra vez. Desparrama su sangre en una copa delicada.
--Sugerencia o “bajada de calzones”, esa es la cuestión.
--¿Otra vez figurativo o abstracto? No más.
La nada vibra en los cristales y la siento en mi espalda. Fumo nervioso. Se me entumió la lengua. No quiero una solución para la lengua, para ninguna: la mía, la del Cabernet-Savignon, la del Hombre.
Me parece que la alfombra de hilos gruesos crece, abonada por pesadas palabras que caen; otras flotan y se deslizan por las líneas que forma el humo de tabaco en el cielo raso. Mis pasos no libran el alto follaje del departamento.
La bruma nos envuelve. Otro pretexto para ir a abrir la ventana con la excusa de ventilar el aire. Me escurro por la estancia del departamento, me abro camino como una víbora por el trigal. Llego. Sopeso las dos telas que cubren la nada. Una mano me alcanza el hombro.
--Esta vez no.
Abro la cortina, pesa como si sus hilos fueran de acero. Pienso en la palabra hilo y me parece que debería de llevar acento. Pienso en las palabras como si fueran hilos, hilos de humo, hilos de baba. Abro la cortina y me veo reflejado en el cristal.
--Aunque no estoy de acuerdo del todo, creo que hay cierta verdad en que la literatura está acorralada por el lenguaje.
--Cantinflas como otros revolucionarios de la lengua abren brechas nuevas para la innovación.
--La innovación es un empecinamiento pretencioso.
La nada se extiende a mi espalda y ansío abrir los cristales para echar un vistazo a ese paisaje.
Alguien aúlla al otro lado de la nada que hay tras la ventana. El aullido sube por los pasillos del edificio y llega hasta la estancia del departamento donde los pasos son amortiguados por una alfombra densa.
Es el mejor pretexto para hacerme el distraído, abrir la cortina gruesa, zafarme de la plática y asomarme a la nada para ver quién aúlla.
Pero la boca de una botella de vino me besa apasionadamente, otra vez. Desparrama su sangre en una copa delicada.
--Sugerencia o “bajada de calzones”, esa es la cuestión.
--¿Otra vez figurativo o abstracto? No más.
La nada vibra en los cristales y la siento en mi espalda. Fumo nervioso. Se me entumió la lengua. No quiero una solución para la lengua, para ninguna: la mía, la del Cabernet-Savignon, la del Hombre.
Me parece que la alfombra de hilos gruesos crece, abonada por pesadas palabras que caen; otras flotan y se deslizan por las líneas que forma el humo de tabaco en el cielo raso. Mis pasos no libran el alto follaje del departamento.
La bruma nos envuelve. Otro pretexto para ir a abrir la ventana con la excusa de ventilar el aire. Me escurro por la estancia del departamento, me abro camino como una víbora por el trigal. Llego. Sopeso las dos telas que cubren la nada. Una mano me alcanza el hombro.
--Esta vez no.
Abro la cortina, pesa como si sus hilos fueran de acero. Pienso en la palabra hilo y me parece que debería de llevar acento. Pienso en las palabras como si fueran hilos, hilos de humo, hilos de baba. Abro la cortina y me veo reflejado en el cristal.
17 jul 2009
La sombra de tus ojos
oscurece el universo
como un gran planeta
donde hay nebulosas
constelaciones jugetonas
zodiacos locos hechos de lenguas inconexas
una gran torre de Babel galáctica
Dame sombra con tu mirada
necesito oscuridad para ver la luz con claridad
ahora tan borrosa
Anochéseme con tus ojos universales
oscurece el universo
como un gran planeta
donde hay nebulosas
constelaciones jugetonas
zodiacos locos hechos de lenguas inconexas
una gran torre de Babel galáctica
Dame sombra con tu mirada
necesito oscuridad para ver la luz con claridad
ahora tan borrosa
Anochéseme con tus ojos universales
16 jul 2009
Hola a todos, a quines vengan, que son todos.
Regreso de un paralelo dimensional llamado cine.
Exhausto, contento, vuelvo para dar este aviso:
Gracias.
Además, quiero silencio; el ruido fue mucho, quiero dejar el teléfono bajo un lago lejano.
Quiero dejar de pensar antes de continuar.
Difícil hacer pausas.
Es necesario dormir para seguir la interminable migración, aletear y aletear; nubes, soles, campos, cables, mares, partículas del mundo...
Regreso de un paralelo dimensional llamado cine.
Exhausto, contento, vuelvo para dar este aviso:
Gracias.
Además, quiero silencio; el ruido fue mucho, quiero dejar el teléfono bajo un lago lejano.
Quiero dejar de pensar antes de continuar.
Difícil hacer pausas.
Es necesario dormir para seguir la interminable migración, aletear y aletear; nubes, soles, campos, cables, mares, partículas del mundo...
De un viaje
Gavillas solitarias de aves oscuras
cruzan el cielo naranja
abajo, enormes charcas agonizan
El sol depone su estúpida sonrisa
todo se oxida al lado de rejas y furgones
Letras flacas pastan en campos amarillos
el hambre galopa sin montura, hipnotizada
Arremolinado, subí hasta con mi parvada
"de regreso de la ciudad donde
fui piedra pulida por el agua"
les grazné.
cruzan el cielo naranja
abajo, enormes charcas agonizan
El sol depone su estúpida sonrisa
todo se oxida al lado de rejas y furgones
Letras flacas pastan en campos amarillos
el hambre galopa sin montura, hipnotizada
Arremolinado, subí hasta con mi parvada
"de regreso de la ciudad donde
fui piedra pulida por el agua"
les grazné.
17 feb 2009
Fortuita efe
Everest Landa
Flemático por una vida famélica, casi feneció por los funestos fervores fermentados y finiquitados sin ser ninguno para favor suyo facto. Mas, la fortuna fabricole una feroz faz ante la felonía constante. Floreció febeo, flamante, y armó una filigrana que fulminaría la falsa fe favoreciente de fantasmas fútiles y fantasías fatuas, mismos que le habían fintado.
Entonces enfiló por fuertes, fachadas formidables, fortalezas, favelas, freos, ferias y feudos flanqueados por fluviales. En todos fraternizó, recibió fiambres y frituras a cambio de las físicas comprobaciones del funcionamiento de su manufactura fina e hizo, en esto, funda fama. Por fantoche nadie lo tomó; por el contrario, su franqueza quedó en folios numerosos, lo mismo que la firma de la factibilidad de su far contra los referidos como “faltos de frente”, fuera ficticio o gente, flaco o fuerte.
Luego de franquear cuantas fronteras halló en pos de fundar el fuego de su fas a punta del fascinante ejercicio de su tejido, volvió con un fardo de flores a la finca de su familia. Filtró en ella los fustes de su filosofía y fruncieron todos la razón. Le pusieron al fronte el foco de una fulminante cuestión: ¿Y no es esa forma de filamentos, un ful tuyo, igual a aquellos que fustigaste en fueros fuereños?
Sintiose frustrado de nuevo: farol sin luz, frez del camino, frágil, frío, incapaz de focalizar la fisura en su alma. No hubo frescura ni flama que le devolvieran el fragor a sus frases, el fondo a su fida filia.
Cantó fandangos y fados en los fangos de su enfado. Fusiló cada figura por su facultad fijada.
Cuando no le quedó más, se fue sin fuerza por el frondoso camino del futuro sin fin a fingir una fúnebre fatiga, a festejar su nueva faseta.
Flemático por una vida famélica, casi feneció por los funestos fervores fermentados y finiquitados sin ser ninguno para favor suyo facto. Mas, la fortuna fabricole una feroz faz ante la felonía constante. Floreció febeo, flamante, y armó una filigrana que fulminaría la falsa fe favoreciente de fantasmas fútiles y fantasías fatuas, mismos que le habían fintado.
Entonces enfiló por fuertes, fachadas formidables, fortalezas, favelas, freos, ferias y feudos flanqueados por fluviales. En todos fraternizó, recibió fiambres y frituras a cambio de las físicas comprobaciones del funcionamiento de su manufactura fina e hizo, en esto, funda fama. Por fantoche nadie lo tomó; por el contrario, su franqueza quedó en folios numerosos, lo mismo que la firma de la factibilidad de su far contra los referidos como “faltos de frente”, fuera ficticio o gente, flaco o fuerte.
Luego de franquear cuantas fronteras halló en pos de fundar el fuego de su fas a punta del fascinante ejercicio de su tejido, volvió con un fardo de flores a la finca de su familia. Filtró en ella los fustes de su filosofía y fruncieron todos la razón. Le pusieron al fronte el foco de una fulminante cuestión: ¿Y no es esa forma de filamentos, un ful tuyo, igual a aquellos que fustigaste en fueros fuereños?
Sintiose frustrado de nuevo: farol sin luz, frez del camino, frágil, frío, incapaz de focalizar la fisura en su alma. No hubo frescura ni flama que le devolvieran el fragor a sus frases, el fondo a su fida filia.
Cantó fandangos y fados en los fangos de su enfado. Fusiló cada figura por su facultad fijada.
Cuando no le quedó más, se fue sin fuerza por el frondoso camino del futuro sin fin a fingir una fúnebre fatiga, a festejar su nueva faseta.
21 ene 2009
Buenas voluntades
Me quiero poner a escribir sin interrupciones, roturas o grietas, porque quiero extenderme poquito, pero de un jalón, sobre eso que son las buenas voluntades.
Para empezar, creo que las buenas voluntades son irrupciones que hienden la cotidiana tarea de respirar, trabajar, tragar y cagar y nos refrendan las ganas de hacer algo más. Son la imagen de un caballo de palo o una ilusión inocente, una corazonada, la brillante palpitación de la gana por iniciar o sumarse en alguna empresa.
Por un lado, esas luces destellantes sirven para que --aunque sea por un momento-- las cosas del diario se opaquen y adquieran el sitio que les pertenece de nebulosa estaticidad. Entonces la buena voluntad es un impulso de movimiento, ola, viento o chasquido. Y hace tanta falta y resulta tan gratificante su existencia, que cuando surgen, se enciende algo en la penumbra, el mundo respira hondo y exhala vida.
Hacen falta más personas que flasheen, que relampagueen en estos cielos tan negros e inertes.
Pero, por otro lado, esas buenas voluntades casi nunca culminan y entonces enmohecen y se vuelven frustración. Devuelven al caballo de palo a su estante polvoriento, estorboso. ¿Qué niño quiere jugar con esos divertimentos cuando tienen a la mano video juegos? A la inocencia de la madera-cuerpo, la tela-cara y el estambre-crin la aplasta la plasta del día a día y la transforma en estupidez. El incendio de la estrella fugaz se reprime y desgasta antes de tornarse en sol al que le giren los planetas como palomas, dejando en su muerte un hoyo más oscuro del que había en su lugar. La (buena) voluntad queda incumplida por la flaqueza del tesón, del arrojo y se transforma en amarga voluntad. Por eso las buenas voluntades llenan las alcantarillas y apestan tanto, recordándonos en su putrefacción que casi siempre nacen imposibles.
Qué difícil fraguar lo intangible.
Para empezar, creo que las buenas voluntades son irrupciones que hienden la cotidiana tarea de respirar, trabajar, tragar y cagar y nos refrendan las ganas de hacer algo más. Son la imagen de un caballo de palo o una ilusión inocente, una corazonada, la brillante palpitación de la gana por iniciar o sumarse en alguna empresa.
Por un lado, esas luces destellantes sirven para que --aunque sea por un momento-- las cosas del diario se opaquen y adquieran el sitio que les pertenece de nebulosa estaticidad. Entonces la buena voluntad es un impulso de movimiento, ola, viento o chasquido. Y hace tanta falta y resulta tan gratificante su existencia, que cuando surgen, se enciende algo en la penumbra, el mundo respira hondo y exhala vida.
Hacen falta más personas que flasheen, que relampagueen en estos cielos tan negros e inertes.
Pero, por otro lado, esas buenas voluntades casi nunca culminan y entonces enmohecen y se vuelven frustración. Devuelven al caballo de palo a su estante polvoriento, estorboso. ¿Qué niño quiere jugar con esos divertimentos cuando tienen a la mano video juegos? A la inocencia de la madera-cuerpo, la tela-cara y el estambre-crin la aplasta la plasta del día a día y la transforma en estupidez. El incendio de la estrella fugaz se reprime y desgasta antes de tornarse en sol al que le giren los planetas como palomas, dejando en su muerte un hoyo más oscuro del que había en su lugar. La (buena) voluntad queda incumplida por la flaqueza del tesón, del arrojo y se transforma en amarga voluntad. Por eso las buenas voluntades llenan las alcantarillas y apestan tanto, recordándonos en su putrefacción que casi siempre nacen imposibles.
Qué difícil fraguar lo intangible.
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