Realidoflexia: Acción de modificar la realidad a través de dobleces, flexiones y torciones para conseguir lo irreal.

19 feb 2010

Malena



El mar alargaba su mirada y te humedecía los pasos; los ojos de los muchachos extiendían su imaginación,ensoñándote; los hombres morían mientras te ofrecían su vida.
Eras Santa, tus pasos tenían la gracía de las nubes, el silencio te envolvía, eras María la sagrada y Elena la hermosa. Pero el espíritu humano te destruyó, la vileza te quería carne y no escencia, te quería junto al mundo, lejos de la ilusión que eras en el puerto cuando caminabas con gracia y la humedad se concentraba bajo tus pechos, Malena.

8 feb 2010

Entremos a la cárcel


En diciembre del año pasado tuve una experiencia insólita. Por azar fui invitado a la cárcel de Santa Martha Acatitla a presenciar una obra de teatro. No pude dejar pasar la iniciativa, allí grabó El Tri su legendario disco en vivo, pensé. Acepté.
Un grupo de amigos del Foro Shakespeare y prensa (entre ellos yo) fuimos convocados un domingo temprano a las afueras del Foro, en la Condechi. Allí pasó una camioneta por nosotros para llevarnos al reclu.
El viaje fue largo, entre conversaciones sostenidas por poetas, gestores culturales, periodistas, actores, directores de teatro y demás fauna del estilo, sobre la decantación de la expresión humana en el mundo actual y cosas así. Conforme nos acercamos, la geografía urbana nos preparó para lo que veríamos tras las rejas. Las casas, calles y miradas parecían una extensión depurada de lo que nos esperaba. Afortunadamente conté con la compañía de Benja García con su charla amena y soez que me aligeró el trayecto.
Llegamos. Esperamos afuera unos quince minutos. Los muros altos de cemento son demoledores, parece que la imaginación se topa allí con el monolito de la muerte. Entramos y esperamos otros treinta minutos, en los cuales nos pidieron nuestras credenciales (entiéndase literalmente). Benja no la llevaba, así que tuvo que regresar por su cuenta.
Adentro, pasamos por algunos retenes, nada de que espantarse. Incluso estuvimos en un espacio que parecía salón de preprimaria, antes de que lleguen los chamacos. Después nos condujeron por un pasillo hasta llegar a un área común donde los presos andan “libremente”• Cada ojo, cada músculo, cada tatuaje, cada boca era un reto. Traté de caminar con la mirada al frente sin sostenerla la mirada a nadie, no fuera a ser que me ganara un pleito. Entonces caminaba con una actriz. Un hombre recargado en el muro de la derecha dijo “buenas tardes” alargando la última e. Otros lo imitaron. Me puse tan nervioso que no hice nada, sólo caminar. Ella, en cambio, devolvió el saludo. Su valor me humilló un poco y la imité.
Llegamos a un auditorio. El olor no era exactamente desagradable. Las luces blancas en el techo de unos quince metros de alto daban la sensación de estar en una bodega. Pensé, aquí estuvo “el rockero de México, Alex Lora”.
Una fila de hombres vestidos de frac miraban a un punto en el espacio. Nos sentamos en una formación poco convencional: tres hileras, una contra otra y una más lateral. Se apagaron las luces, un grito rajó el espacio y todo comenzó.
Reí, me enfadé, reflexioné, suspiré, me sentí agobiado, divertido, entrometido, mirón, incrédulo, sorprendido. La tarea escénica y los parlamentos eran una joya soltada en cada intervención; como esa en que un hombre llega vestido de mujer, con peluca rubia, cantando “Así fue” de Juanga.
En el regreso me enteré que Cabaret Pánico es una iniciativa del Foro Shackespeare en coordinación con el reclusorio Santa Martha Acatitla. La obra está “inspirada” en el texto Ópera pánico, de Alejandro Jodorowski, con líneas de los propios reclusos, bajo la dirección de Itari Marta y Luis Herrera. El proceso fue largo: primero vino el acercamiento del Foro con los reclusos, después el trabajo de escritura y al final el trabajo de montaje. Nueve meses en total.
No les cuento más, mejor los invito a que se apunten a ver la segunda temporada de esta apuesta en escena. Comienzan en febrero y concluyen en marzo. Esta vez incluirán una gira por diferentes reclusorios de la Ciudad. Consulta el más cercano a tu casa, contacta a la gente del foro (los datos están en la página: www.foroshakespeare.com/) y vive esta experiencia inigualable. La entrada es gratis.
Ya sé que al final parece promoción, y lo es.

2 feb 2010

Sobre J.D. Salinger


La Preparatoria 7 “Ezequiel A. Chávez” había superado su etapa de huelga, eso decían las autoridades (maestros lamebotas, director homosexual –nunca me constó, pero lo decía como un acto de fe–, maestra de educación física tipo la Beba Galván, burócratas esqueléticas que apestan a muerte). Eran años de paz y silencio, clases aburridas de derecho y uno de eso días no tuvo más caso que servir para que en pleno discurso del anacrónico abogado, yo soltara mi pluma y me pusiera a imaginar tríos amorosos, suicidios. Al final salió un cuento, o eso creí. Sólo que faltaba un buen final, la sorpresa. Según yo, allí estaba el secreto. En las últimas líneas el narrador de marcada voz masculina decía algo así como “Me gustaría escuchar, por una última vez, mi nombre en sus labios”. Entonces volví la mirada a los coloridos apuntes de una compañera que tenía una figura de modelo, eso lo decían todos los compañeros jalando aire con la boca como para olerle el cuello u otra parte del cuerpo. Otros se añadían: “Lorenita, sabrosa”. Completé el relato con un “Lorena, mi Lorena”. Entonces lo conseguí: mi historia se convertía, en el último momento, una historia de lesbianas.
Casi le doy un beso a Lorena, no se dejó: me detestaba (y yo también). De cualquier manera salí del salón y abandoné la clase y al maestro con su traje color café caca, buscando a cualquier compañero para compartirle mi alegría. Sólo vi a una maestra de lógica, nunca me dio clases, pero cuando estábamos en plena preparación de un paro estudiantil (antecedente de la huelga del 99), ella nos animó con palabras, de las que yo recordaba con claridad aquellas referentes a que los jóvenes éramos eróticos por naturaleza. En su momento, entendí que con erótico nos quería decir que le excitábamos sexualmente. Después en una clase de teatro nos explicaron la dicotomía entre tanático y erótico: se volvió uno de los ejes de mi vida, un gran argumento para echarme sobre la vida.
La profesora estaba sentada en una jardinera esperando a que diera la hora para comenzar su clase. Tímidamente le pregunté si podía revisar algo que había escrito. De inmediato se le llenaron los ojos de ilusión. Dijo que sí, había estudiado el diplomado de literatura en la SOGEM. Le dio una leída detenida. Sugirió que hiciera algunos cambios. También dijo que le gustaba el texto, que lo mandara al concurso Interpreparatoriano, pronto a celebrarse.
Hice los cambios sugeridos. Busqué nuevas opiniones, entre ellas la de mi maestra de literatura en turno. Tardó varios días en leerlo. Al fin dijo: “¿De dónde sacaste el cuento?” No supe cuál era la respuesta esperada por la maestra que me miraba sobre sus lentes. Continuó: “Lo que creo es que este texto no es tuyo”. “No sé qué decirle, dije atontado. No sé si tomarlo como un halago o como una ofensa. Pienso presentarlo al Interpreparatoriano, y con lo que me dijo, creo que tiene posibilidades.” Esbocé una sonrisa. “Soy presidenta del departamento de literatura de la prepa. Y ese cuento no pasa, no me voy a exponer a un reclamo por derechos de autor.”
Así empezó la guerra. Un amigo rokero hasta el último de sus granos sebosos sentenció: “Ya te chingaste”. La maestra de lógica decidió dar batalla. A nuestras huestes llamó a otro maestro, un filósofo y abogado, cuyo cuerpo era una compacta masa roja. Nunca creí que tendría que ver con ese hombre de gran nariz con venas. Luego la suerte me acercaría a otros viejos genios del estilo. La maestra contó el caso a su mentor y él se sumó a la lucha contra esos “mediocres y frustrados profesorcillos, incapaces de tolerar el talento de nuevas generaciones.”
Con el orgullo más alto de lo que llegó a hondear la bandera de la huelga en el asta del patio central, anduve los días creyéndome un hombre de polémicas generacionales, depositario de esperanzas, confianza y talento. Me pavoneé como un ganso blanquísimo.
La disputa entre los profesores me dio la razón. Pasé a la competencia con otras prepas, y, finalmente, gané el primer lugar. La maestra de literatura me dio la noticia y la besé impulsivamente.
Se organizó una lectura pública del texto en un salón de esos que nunca se abren porque son para conferencias, y nunca las hay en esas escuelas. Antes de leer el cuento, dije unas palabras sobre el lesbianismo. No dije nada de que me encantaba, como a todos mis compañeros, ver a dos mujeres metiéndose mano, o imaginar a algunas de las más sensuales condiscípulas en una experiencia homosexual. Hablé sobre los derechos humanos, y cosas así.
En la premiación me encontré con que compartiría el primer lugar de cuento con una cachetona que no tenía ningún interés en la literatura, más bien su pasión estaba enfocada en la química. Me sentí derrotado.
Con el tiempo, me gané la confianza de los profesores del cubículo, donde el maestro rubio y colorado era como el presidente, a la manera democrática, pensaba. Allí exponía mis poemas crípticos. Desde su silla, el maestro confesaba no entenderlos, pero apreciarlos sinceramente. Un día llegó con un regalo para mí: un par de libros.
Los saqué de su bolsa con búhos rojos. Me encontré con Cartas a un joven poeta y El guardián entre el centeno. Sobre el primero, dijo que era un título indispensable, después de ese, otros imitarían la fórmula del título para presentar libros aleccionadores. Sobre el segundo, recordó sus primeras lecturas, compartidas con sus compañeros de generación, los autonombrados: Los jóvenes iracundos. Conocí más detalles de la vida de este maestro conforme pasaron los años, entre las cosas que supe fue que se parecía a las fotos juveniles de J.D. Salinger (autor del Guardián entre el centeno) y que unos jóvenes escritores mexicanos le hicieron cambiar su manera de pensar, sus principios filosóficos.
Leí lentamente los volúmenes. El segundo me disgustaba un poco por su traducción plagada de españolismos (jo, bragas, etc.). Pero me atrapó, como a muchos de los jóvenes que tienen entre sus manos el título. Después vi un documental sobre la muerte de John Lennon donde supe más del libro que había concluido.
Actualmente murió el escritor J.D. Salinger. Sobre él y su libro (The Catcher in the Rye), todos hablan. Y a mí sólo me queda recordar a esas generaciones del descontento, iracundas, inconformes, contradictorias, que han crecido con ese título bajo el brazo. Además de rememorar, también mi juventud, mi adolescencia, interminable, creo. ¿Pero la de quién termina por completo?