En los momentos de tedio gris
dentro de una oficina pestilente, decimonónica
cuatro paredes gruesas cual castillo medieval
atan cada movimiento
qué respiro, qué pienso
Kiss suena en las bocinas de una computadora contigua,
La gente pasa rauda como espora
brinca y se diluye como esperma
Afuera, el viento con el filo de una hoja seca
corta cara y lágrimas
Dos bailarines se acechan
se miran y corren como flamingos
Déjame tocar la hendidura y sentir
el sol que pasa por ella
estoy frío
más frío que aquel frío de afuera
Realidoflexia: Acción de modificar la realidad a través de dobleces, flexiones y torciones para conseguir lo irreal.
26 nov 2009
24 nov 2009
Cuartos nocturnos
La noche chiporrotea al otro lado de la ventana que parece dar a la calle pero no, todos dicen que va a ninguna parte. Una ventana que, de ser cierto lo que aseguran sin darle importancia, da a la nada. Allí mismo van las elocuencias:
--Aunque no estoy de acuerdo del todo, creo que hay cierta verdad en que la literatura está acorralada por el lenguaje.
--Cantinflas como otros revolucionarios de la lengua abren brechas nuevas para la innovación.
--La innovación es un empecinamiento pretencioso.
La nada se extiende a mi espalda y ansío abrir los cristales para echar un vistazo a ese paisaje.
Alguien aúlla al otro lado de la nada que hay tras la ventana. El aullido sube por los pasillos del edificio y llega hasta la estancia del departamento donde los pasos son amortiguados por una alfombra densa.
Es el mejor pretexto para hacerme el distraído, abrir la cortina gruesa, zafarme de la plática y asomarme a la nada para ver quién aúlla.
Pero la boca de una botella de vino me besa apasionadamente, otra vez. Desparrama su sangre en una copa delicada.
--Sugerencia o “bajada de calzones”, esa es la cuestión.
--¿Otra vez figurativo o abstracto? No más.
La nada vibra en los cristales y la siento en mi espalda. Fumo nervioso. Se me entumió la lengua. No quiero una solución para la lengua, para ninguna: la mía, la del Cabernet-Savignon, la del Hombre.
Me parece que la alfombra de hilos gruesos crece, abonada por pesadas palabras que caen; otras flotan y se deslizan por las líneas que forma el humo de tabaco en el cielo raso. Mis pasos no libran el alto follaje del departamento.
La bruma nos envuelve. Otro pretexto para ir a abrir la ventana con la excusa de ventilar el aire. Me escurro por la estancia del departamento, me abro camino como una víbora por el trigal. Llego. Sopeso las dos telas que cubren la nada. Una mano me alcanza el hombro.
--Esta vez no.
Abro la cortina, pesa como si sus hilos fueran de acero. Pienso en la palabra hilo y me parece que debería de llevar acento. Pienso en las palabras como si fueran hilos, hilos de humo, hilos de baba. Abro la cortina y me veo reflejado en el cristal.
--Aunque no estoy de acuerdo del todo, creo que hay cierta verdad en que la literatura está acorralada por el lenguaje.
--Cantinflas como otros revolucionarios de la lengua abren brechas nuevas para la innovación.
--La innovación es un empecinamiento pretencioso.
La nada se extiende a mi espalda y ansío abrir los cristales para echar un vistazo a ese paisaje.
Alguien aúlla al otro lado de la nada que hay tras la ventana. El aullido sube por los pasillos del edificio y llega hasta la estancia del departamento donde los pasos son amortiguados por una alfombra densa.
Es el mejor pretexto para hacerme el distraído, abrir la cortina gruesa, zafarme de la plática y asomarme a la nada para ver quién aúlla.
Pero la boca de una botella de vino me besa apasionadamente, otra vez. Desparrama su sangre en una copa delicada.
--Sugerencia o “bajada de calzones”, esa es la cuestión.
--¿Otra vez figurativo o abstracto? No más.
La nada vibra en los cristales y la siento en mi espalda. Fumo nervioso. Se me entumió la lengua. No quiero una solución para la lengua, para ninguna: la mía, la del Cabernet-Savignon, la del Hombre.
Me parece que la alfombra de hilos gruesos crece, abonada por pesadas palabras que caen; otras flotan y se deslizan por las líneas que forma el humo de tabaco en el cielo raso. Mis pasos no libran el alto follaje del departamento.
La bruma nos envuelve. Otro pretexto para ir a abrir la ventana con la excusa de ventilar el aire. Me escurro por la estancia del departamento, me abro camino como una víbora por el trigal. Llego. Sopeso las dos telas que cubren la nada. Una mano me alcanza el hombro.
--Esta vez no.
Abro la cortina, pesa como si sus hilos fueran de acero. Pienso en la palabra hilo y me parece que debería de llevar acento. Pienso en las palabras como si fueran hilos, hilos de humo, hilos de baba. Abro la cortina y me veo reflejado en el cristal.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)